La pesca, el petróleo y la ganadería hacen que los isleños sean un pueblo con recursos
(EL COMERCIO) A los malvinenses todavía se les eriza la piel cuando piensan en la invasión argentina de hace 30 años. Pero no se quejan de sus consecuencias.
La invasión lanzada por la dictadura argentina de entonces el 2 de abril de 1982 y la subsiguiente guerra con Gran Bretaña pusieron en marcha un proceso en el cual este aislado archipiélago de criadores de ovejas pasó a ser un territorio próspero, cuyos residentes tienen uno de los ingresos per cápita más altos del hemisferio occidental (34.666 libras esterlinas, o 54.850 dólares al cambio, según un reporte oficial del gobernador de las islas).
“Hizo falta una guerra para que mejorasen las cosas”, comentó Sybie Summers, quien tiene una tienda de regalos en Stanley. “Nos cambió la vida. Cuando éramos chicos jugábamos con huesos de ovejas. Ahora todos tienen que tener una iPad nueva”.
La clave para la revitalización de la economía fue la estructura militar que dejaron los británicos. La presencia de 8.000 soldados y de una flota militar le dio a los isleños la posibilidad de abrir un programa de licencias para la pesca y de cobrar impuestos a cientos de pesqueros de Asia y España que operan en el Atlántico Sur.
Con el dinero, los isleños pueden enviar a sus hijos a estudiar gratis en Gran Bretaña. El 80% de los adolescentes que se van regresa sin deudas y con títulos universitarios y conocimientos avanzados.
La mayoría de los 3.000 isleños todavía tiene que trabajar en varios empleos para salir a flote. El superávit del año pasado fue de casi US$29,9 millones, que representa un fondo de reserva capaz de sostener la economía por tres años en tiempos de crisis.
Las tarifas de la pesca permitieron asimismo iniciar exploraciones en busca de petróleo en el mar y el hallazgo de las reservas de Sea Lion, que según analistas podrían generar US$3.900 millones en impuestos y regalías en los próximos años.
La exploración petrolera ya genera más ingresos que los que la isla jamás vio.
Y si Rockhopper Exploration encuentra un socio que aporte US$2.000 millones para la producción de crudo, “lisa y llanamente serán el pueblo más rico del mundo”, sostuvo John Foster, director administrativo de la Falkland Islands Company.
De no haber sido por la ocupación de 74 días de Argentina, dicen los isleños, las Malvinas seguramente seguirían siendo un territorio olvidado, un lugar solitario y en declinación, con pocas oportunidades de trabajo y comodidades.
“Es una situación totalmente diferente que hace 30 años”, dijo Nick Pitaluga, isleño de quinta generación.
AUTÓNOMOS
En Londres, muchos creen que los isleños están subsidiados por los contribuyentes británicos, cuando de hecho el gobierno de las Malvinas tiene un superávit y depende de Gran Bretaña solamente para defensa y relaciones exteriores.
La historia oficial de Buenos Aires es que los malvinenses son un pueblo oprimido, que sufre bajo un arcaico dominio colonial.
Pero los 3.000 residentes participan en una democracia directa con legisladores locales que son además sus familiares y vecinos.
Luego de la guerra, las Malvinas se convirtieron en un territorio ultramarino británico autónomo. En 1983, Gran Bretaña le otorgó ciudadanía plena a los malvinenses y bajo la Constitución de 1985 las islas se volvieron autónomas de facto, con la excepción de la política exterior.
El gobierno local alentó a la Falklands Islands Company a dividir sus granjas de ovejas y diversificar sus propiedades. La compañía así lo hizo y desde entonces ha generado más inversiones y creado una mayor calidad de vida en las islas.
El conflicto de hace 30 años
La guerra de las Malvinas dejó el fatídico saldo de 900 soldados muertos, 649 fueron argentinos.
Antes de la guerra, Gran Bretaña se estaba deshaciendo de sus territorios ultramarinos.
Se había llegado a proponer a los malvinenses que aceptaran de Argentina un régimen similar al de Hong Kong.
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